Wednesday, September 05, 2007

¿Tener un familiar con síndrome de Down es algo vergonzoso?

Todos los que hemos tenido contacto con personas discapacitadas psíquicamente disminuidas sabemos de sobra la gran cantidad de amor que estas personas reparten entre los que les rodean, no siendo nada extraño que sus familiares comenten que tienen un ángel en casa y que de ellos han aprendido mucho sobre lo que es el amor al prójimo y el no guardar rencor.

Claro que no siempre ha sido así y de vez en cuando oímos casos de padres o madres que han tenido hijos disminuidos encerrados durante años en sótanos o en habitaciones sin ventanas, haciéndoles vivir una vida infrahumana rodeados de sus propios excrementos. Estos padres a menudo estaban movidos por la vergüenza que les producía tener un hijo "subnormal".

Yo, ingenua de mí, pensaba que esta actitud no se daba entre personas con un mínimo de cultura que tienen posibilidad de conocer las causas clínicas de estas discapacidades y de entender que no constituyen un castigo de Dios y por lo tanto no son nada de lo que los padres tengan que avergonzarse . Y, claro, mucho menos me lo esperaba de alguien que ha sido considerado por medio mundo como un prohombre y un gran defensor de las causas justas.

Pero a veces estos prohombres resultan tan ególatras y vanidosos que no pueden soportar que alguien que ellos consideran imperfecto pueda relacionarse con su persona . O quizás son tan egoístas que no quieren ni llegar a plantearse vivir una vida junto a una persona discapacitada, por los cambios que esto supone que se producirán en su vida propia.

Muy probablemente las dos cosas anteriores se dan al mismo tiempo.

Ese es el caso del escritor Arthur Miller, considerado entre sus coetáneos como un defensor de las causas justas. ¡Qué fácil es defender estas causas de boquilla!

¡Qué repugnancia me ha producido leer esta noticia en la revista Vanity Fair! (vía Barcepundit, Muerte de un farsante lo titula él, yo he de morderme la lengua para no decir el calificativo que tengo en mente).

Y lo que más me llama la atención es la sumisión con que la esposa de Arthur acató las decisiones de éste, aunque contravenía su propia voluntad (¡estamos hablando de 1966, no de hace siglos, y en Estados Unidos! cuna por aquellas fechas del movimiento de Liberación de la Mujer, pero por lo visto a este prohombre lo que le gustaban no eran las mujeres-persona sino las mujeres-florero que constituyesen un adorno más de su hipertrofiado ego, lo cual es una muestra más de cuan farsante era).


Lee las 5 páginas, vale la pena, y fíjate lo que una amiga dice: "Southbury Training School was not a place you would want your dog to live."

1 Comments:

Blogger Caterina said...

Las personas con minusvalias fisicas o psiquicas nos ensenyan al resto a no ser egoistas. Pero es un leccion dificil.

Uno tiene que aprender a ponerse en segundo plano, sin convertirse en un esclavo de esa persona con necesidades tan grandes.

Es una linea dificil de trazar pero merece la pena. Como dices tu, las personas con minusvalias "reparten mucho amor". Sera por eso que me gusta mi trabajo.

8:27 PM  

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